Han pasado ya casi dos décadas desde la última vez que esta comunidad religiosa no deleitaba los paladares burgaleses con sus deliciosas pastas. Pero esto ha cambiado, y desde el pasado noviembre, las Hermanas de la Visitación han encendido de nuevo los hornos y han recomenzado a llevar a cabo esta apetitosa labor.
El objetivo principal de este trabajo es el de, como muchos otros trabajos en el convento, ayudar a la economía de éste, ya que cada vez es más complicado subsistir con el tejido de prendas y las ofrendas. Aunque pueda parecer mentira, los efectos de la crisis también se hacen notar dentro de estos muros, y la falta de encargos y pedidos les afecta también a ellas.
Con nuevas cocineras al mando y fieles seguidores comprando, las Hermanas Salesas afrontan un reto al que décadas antes ya se hubieron de enfrentar sus superioras.
El recuerdo de la primera masa
Fue en 1977 cuando esta comunidad decidió lanzarse a la elaboración de pastas caseras. Para ello se valieron con los recursos de los que disponían: El horno de la comunidad, las recetas familiares que algunas hermanas habían recibido en herencia y unos medios de embalaje sencillos fueron los primeros elementos que conformaron esta pequeña “pastelería divina”.
“Llegamos a vender nuestras pastas al monasterio de San Pedro de Cardeña”, recuerda la hermana María.
El medio de promoción era básico: El “boca a boca” fue su única publicidad, y el que las hizo famosas; Las pastas de las hermanas Salesas eran un dulce muy presente en algunos cafés de la época.
Por un lado, los medios sencillos permitían que el precio de cada bolsa pudiera competir con las galletas tradicionales, y sin los aditivos que a mucha gente preocupan en el momento de su ingesta. Por otro, el hecho de que se vendiese en pequeñas cantidades permitía a las hermanas llevar este oficio como una afición, sin tener que renunciar a otras labores a lo largo de la jornada.
La historia de una orden basada en la oración y el trabajo
Más allá del trabajo de repostería, si queremos conocer más
acerca del origen de esta congregación debemos ir a Francia y retroceder hasta
el siglo XVII, en el reinado de Luís XIII.
El paisaje que nos ocupa es la localidad de Annecy, una ciudad
erigida en la orilla norte del Lago Annercy, en la región de Ródano-Alpes. Allí
nos encontramos con el fundador de esta comunidad: el obispo y Santo Franciso
de Sales.
Resumiendo el contexto de su historia, Francisco de Sales
nació a comienzos del siglo XVI en el seno de una familia noble en Sales,
Saboya. Estudioso de Derecho y Teología, fue rechazado por los pobladores en su paso por Chablais en
1594, una zona dominada por calvinistas. Pese a esto, el futuro o bispo de
Ginebra consiguió ganarse el afecto de las gentes contraatacando los ideales
calvinistas con la personalidad amable, humilde y sencilla. De este modo, su
fama creció hasta que en 1602, con la muerte del obispo Granier, consiguió
ocupar este lugar y fundar, junto con su hija espiritual Jeanne-Françoise de
Chantal en 1610, la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María.
La nueva orden contravenía los estándares de la iglesia en esa
época, y eso creó discrepancias. El motivo residía en el modelo de vida
religiosa del catolicismo era un modelo mutilado al que así se refería nuestro
personaje: “Algunas órdenes antiguas se han convertido en seminarios del
escándalo. Hay que volver a poner orden en ellas”.
Y así lo hizo. San Francisco de Sales, junto con la hermana
Jeanne-Françoise de Chantal, fundó una orden que predicaba su obra, aquella que
defendía la “verdadera devoción”, basada en la vida contemplativa, al amor de
lo ajeno, al trabajo y a la entrega completa a Dios.
Lo que el padre fundador predicaba era una reconversión del
sentir religioso hacia la verdadera entrega a Dios, y para ello buscó
inspiración en Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia del Primer
Milenio que basó su filosofía en el amor a Dios, entendido como el origen de
todas las cosas buenas.
Así se definen a sí mismas las Hermanas de la Visitación,
una congregación que basa su vida religiosa en la meditación de la Ley del
Señor alejadas de la sociedad, para representar la humildad que Jesucristo
mostró en sus predicaciones, para ellas fuente de dulzura y origen del trabajo
verdadero que alza la vida a cotas de santidad.
La labor espiritual de las Hermanas Salesas tiene como fuente
principal la devoción del Sagrado Corazón, un elemento clave en la moral
cristiana que les es fundada en las visiones que Sor Margarita María, una de
sus hermanas, tuvo en la oración. De este modo, el Sagrado Corazón de Jesús es
el escudo que representa a esta comunidad, tanto por su austeridad exterior
como por la aceptación de toda vocación.
La “austeridad exterior” es un carácter que les viene dado
por las predicaciones de San Francisco de Asís, que predicó la austeridad en la
vida terrenal. Por otro lado, la predisposición a aceptar de toda vocación les
viene dada por ser una característica especial de esta orden, ya que en ella
aceptan a la vida monástica, desde su fundación, a toda mujer que tenga la
vocación, ya sea de salud débil o de edad madura.
La Orden tiene presencia en 31 países y en España cuenta con
18 monasterios, cinco menos que en 1973. El primer convento fundado en nuestro
país corrió a cargo de la reina Bárbara de Braganza, con el objetivo de dar
cobijo a las hermanas llegadas de Annecy en 1747 y asegurarse un lugar
tranquilo donde pudiera residir en caso de la muerte del rey, Fernando VI.
Más tarde, en Madrid se formaron dos congregaciones. Fue de
una de estas tres de donde procede la Madre Fundadora de la Comunidad de la
Visitación de Burgos: Sor María Serafina Lemery y Ferrer.
La revelación de la
Madre Fundadora Lemery y Ferrer
Según los escritos de la Hermana Lemery encontrados por las
monjas Salesas de Burgos en la biblioteca de la congregación, la Madre
Fundadora, que había ejercido de profesora en un colegio pensionado de la Orden
en Vitoria, recibió el encargo del Sagrado Corazón de crear una nueva
congregación. Junto a su director espiritual recorrió diferentes ciudades de
España con el objetivo de encontrar el lugar adecuado. Barcelona, Bilbao y
Vitoria fueron algunos de estos posibles destinos, pero en ninguno fue acogida
para la realización de tal proyecto.
Finalmente, la hermana Lemery encontró alojo en las Hermanas de la Caridad de Burgos, quienes
le dieron, junto con otras tres hermanas (dos de Madrid y una de Vitoria), un
hogar en el número 59 de la calle Fernán González. Cuando llegaron a Burgos, en
1891, las tres monjas contaban en su bolsillo con tan sólo 250 pesetas.
Lo que viene a continuación bien puede considerarse una
historieta que las Hermanas Salesas cuentan a todo el que pasa por su convento,
por lo que es la decisión del lector la que asuma creer o no esto:
Se dice que la Madre Fundadora estaba buscando un terreno a
las orillas del río Arlanzón cuando se encontró con unos cultivos, lugar que
hoy ocupa el convento. Al ver que era un buen terreno para su construcción, la
hermana arrojó unas medallitas como plegaria a San José, para que este le
amparase en su decisión.
Días más tarde, un religioso Marista apareció por el lugar y
le ofreció una cantidad al propietario por el mismo terreno. Estaban a punto de
cerrar el trato cuando apareció un desconocido, alto y con una barba tupida, e
intercedió entre el propietario y las Hermanas para que ese terreno acabase
siendo de la propiedad de éstas. Así fue, y la señora Lemery consiguió dicho
terreno.
Lo que le sorprendió a la Salesa no es que fuese un desconocido quien
intercediese para conseguir el terreno, sino el hecho de que ella en ningún
momento le había contado a nadie lo que tenía pensado hacer, ni siquiera a sus
hermanas. De este modo, las monjas determinaron que lo único que tenía aquí
cabida es que ese desconocido era el mismísimo San José, que había obrando un
milagro para ellas.
La compra del terreno que hoy conforma el convento se fue
realizando poco a poco, con el dinero que provenía de las ofrendas y las
donaciones. Así se hizo con el convento y la iglesia, los cuales fueron
diseñados por el arquitecto Juan Bautista Lázaro.
Pero el dinero que percibían no era suficiente para rematar
la iglesia, y no fue hasta la entrada de una vocación acaudalada que pudieron terminarla. Esta
nueva hermana era huérfana de padre y madre, y al provenir de una familia pudiente
pudo contribuir a la conclusión del
edificio en 1921, bajo la dirección del arquitecto Juan Moya.
La Comunidad en los
tiempos que corren
Cuatro años después del cuarto centenario de la congregación
y un cuarto de siglo después del primer centenario de la comunidad en Burgos,
las Hermanas Salesas prosiguen el objetivo de vida que ellas mismas decidieron
seguir al unirse a la congregación.
La congregación, al igual que muchas otras alrededor del mundo, está pasando una dura época, ya que ven año tras año la edad media entre las hermanas aumenta, disminuyendo así su número. Debido a esto, la solución que han tomado viene de la mano de la inmigración, y cada vez son más el número de monjas Salesas de otros países que vienen a vivir de la oración a Burgos: Guinea Ecuatorial, México y Burundi son algunos de los países de procedencia.
De este modo, el hecho de que aumentase el número de vocaciones jóvenes ha animado a estas monjas de la Visitación a retomar el laborioso trabajo de las pastas con más ánimo que nunca. Y no sólo en esta congregación, sino también en otras como la de Valladolid y una de las de Madrid.
Aunque el número de compradores sea ligeramente menor que cuando las hacían antaño, y los aranceles para la venta al público hayan aumentado, las Hermanas Salesas mantienen el cariño y la sonrisa que hacen que merezca la pena comprar una de sus cajas, las cuales venden en la portería de su convento, en el número 4 de la calle Barrantes, a 4,95€.
Redacción: Yago Rodríguez Barril
Mi madre me dice que te pregunte si has tomado alimento sólido
ResponderEliminarEl mes de abril de 2016 y los medios de información nos siguen hablando del calentamiento global. Los científicos son más tercos que una mula. ¿Cuándo nos hablaran del enfriamiento global? ¿Cuándo estemos congelados? Los científicos han vendido su alma al diablo y, ahora, sin Dios no disponen de los conocimientos que el Señor proporciona y están confundidos sin poder dar respuesta a lo que está ocurriendo con el clima. Los científicos se niegan a reconocer que el sol está agonizando y dispuesto para una muerte inmediata.
Aconsejo entrar en www.profecía2008.com para que ser informado del tiempo que estamos viviendo y, de los problemas que tenemos con el sol y el por qué de esta crisis financiera sin vías de solución. Estamos asistiendo al final de la Biblia y al final de la Historia.